Las expectativas no son más que suposiciones subjetivas que hacemos de cara al futuro. Anticipaciones sobre lo que creemos que va a pasar lo que queremos que pase. Las expectativas dirigen nuestra motivación y nos proveen de ese impulso convertido en ilusión para alcanzar nuestras metas.
El problema es cuando esos pensamientos subjetivos no se ajustan a la realidad; cuando el contexto cambia de repente y no sabemos; o cuando centramos esas expectativas en factores externos o en terceras personas. Es una situación que si no conseguimos gestionar puede derivar en emociones desbordadas, como ansiedad o un estado de ánimo deprimido, derivando a su vez en un diálogo interno engañoso y negativo.
¿y cómo ajustamos esas expectativas?
- Ser realista: ser objetivo evaluando la situación y los recursos de los que dispongo.
- Aceptar la situación: hay que partir de donde realmente estoy, no de donde querría estar.
- Con lo anterior, establecer nuevas expectativas.
- Planificar la nueva ruta a seguir, los pasos que voy a dar para llegar a la meta.
- Aceptar los tropiezos como parte del proceso.