Con el transcurrir de los años me he dado cuenta que no podemos obligar a nadie a cambiar, para cambiar debemos querer ser cambiados.
Los entrenadores y las jugadoras necesitamos que nos den la oportunidad de elegir cómo cambiar.
Si queremos cambiar necesitamos una inversión en tiempo, que es el que transcurre desde nuestra zona de comodidad hasta una zona de aprendizaje.
Las zonas de aprendizaje suelen ser un lugar: incómodo, amenazante, desconocido y con miedo al fracaso.
El entrenador debería ayudar a la jugadora a gestionar el temor y la ansiedad hacia la adquisición de nuevas herramientas técnicas, físicas, tácticas y emocionales.
Crear un entorno en el que la jugadora experimente y pruebe maneras distintas de hacer las cosas.
Algunas veces tendrán éxito y en otras fracasarán, por lo tanto, debemos continuar en el aprendizaje del proceso.
Es muy importante y necesario que verifiquemos con frecuencia y regularidad que lo que hacemos funciona, y que nos ayuda a identificar oportunidades de mejora.
Al verificar y hacer el seguimiento, nos permite crear una cultura de aprendizaje, con el consiguiente: aumento del rendimiento; aumento del desarrollo personal; aumento de la implicación; trabajar de un modo colaborativo; fomentar la creatividad, y optimizar el conocimiento.
El rendimiento, el aprendizaje y el placer están intrinsicamente relacionados.No podemos llegar y mantener el rendimiento si no hay aprendizaje, ni placer por lo que hacemos.
Cuando transitamos por la zona de aprendizaje, de vez en cuando está bien replantearnos la manera en que enseñamos e instruimos, y siempre tratar de ayudar a aprender en lugar de enseñar.
Para cambiar debemos querer ser cambiados !!!